viernes, 1 de enero de 2010

2 - 0 - 1 - 0

Cada año nuevo uno empieza lleno de esperanza y alegría. Nos ilusionamos con finalmente perder esos 20 kilos de más o con finalmente aprender a ahorrar. Nos sentimos con la energía y fuerza necesarios para solucionar todos nuestros problemas. El problema viene cuando el 20 de enero uno sigue barrigón y sin un mugre peso. Ahí es cuando uno empieza a entrar en un mood cotidiano, se siente derrotado por la fuerza sobrenatural de nuestros malos hábitos y falta de convicción. Así manda uno al diablo todo propósito de año nuevo. En lo personal, yo conozco pocas personas que lleven sus propósitos de año nuevo más allá de febrero.

¿Cuál es entonces nuestra fijación con hacer propósitos y toda suerte de rituales mágicos? ¿En verdad creemos que a las 12 de la noche todo va a desvanecerse y nos sentiremos tocados por la varita mágica del hada madrina de Cenicienta? Pues precisamente el problema es ese. Hacemos una lista de 38 propósitos de año nuevo, y cumplirlos todos de un sólo intento es, por lógica, imposible. Si en verdad queremos algo distinto, si en verdad perseguimos la renovación, entonces hay que tener una lista realista. Pocos pero efectivos.

En lo personal, yo disfruto mucho de las celebraciones de año nuevo. Me gusta recapitular, me gusta hacer planes, me gusta sentir que tengo la posibilidad de dirigir mi barquito a nuevas costas inexploradas. Es una necesidad natural de los seres humanos evolucionar, transformar y avanzar.

Ya le iré contando cuales son mis propósitos y si acaso los voy logrado. Para arrancar el año aquí va el propósito número 1: Escribir en mi blog al menos una vez por semana.

Empecemos pues el año y ¡chin chin al que se raje!

Feliz 2010.

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