lunes, 30 de diciembre de 2019

El mundo de los pequeños dictadores

El mundo está lleno de pequeños dictadores y diminutos tiranos. Desde la recepcionista culera que decide si una persona puede iniciar su tratamiento médico, hasta el viene-viene que decide si puedes estacionarte o no. Muy en el fondo de nuestra mente se sienta un emperador o emperatriz diminuto sobre un gran trono de frustraciones e inseguridades, dispuesto a hacer valer su poder, cualquiera que este sea, y así disfrutar de un pequeñísimo orgasmo cuando se chinga a otro. A veces ese poder, tal como lo dijo Tori Amos en esa rola sobre una mesera, reside en un club sandwich; a veces tenemos el infortunio de que logran conquistar países o dirigir empresas enormes. La cosa, es que todos somos uno de esos entes en potencia.

Qué difícil es toparte con un pequeño dictador y dominar todos tus impulsos para no estrellarle algún objeto contundente en la cara. Si lo piensas con cuidado, es impresionante cuantas veces te encuentras aplastado bajo el poder de alguna persona que tiene una situación de ligera ventaja. Lo curioso es que fuera de su reinado, ellos mismos se topan con el pequeño tirano que maneja el microbus; la emperatriz que recarga las tarjetas en el metro; el dictador que les cambia un cheque en el banco; la duquesa que en la caja del Oxxo les niega una venta porque no traen cambio. Un frustrado se desquita con otro, y así todos somos víctimas de una ridícula e interminable cadena de "me-los-chingo".

Hoy me tocó a mí sufrir de todo el peso del poder de la Infanta de la recepción del Therapy Lindavista, que me hizo pasar un muy mal rato. Después de apretar mi puño a ratos durante toda la tarde decidí escribir para sacar de mi mente este fastidio. A veces no nos damos cuenta de todas las carencias que dejamos ver cuándo dejamos salir al pequeño dictador, pero todos lo hemos hecho o sufrido en algún momento. ¿Dónde se detiene la cadena? Quizás cuando te detienes y te ríes de lo profundamente absurdo de la situación, o quizás cuando te permites sentir compasión por esa pobre mujer que solo encuentra liberación al maltratar a otros. Me va a costar otro ratito dejar de mentar madres y estarme quieta, pero por lo menos el poder de esta minúscula tirana se termina saliendo del consultorio, y puedo optar por no regresar a su pequeño reinado, y buscando lugares donde haya más empatía y sensatez.



lunes, 16 de diciembre de 2019

Limpieza profunda

No hay que dejar mugre bajo la alfombra. Hay que escombrar cada cajón. Viajar ligero significa no cargar basura del pasado a todos lados. Cada persona tiene su propia manera de elaborar los miedos, los dolores, las pérdidas, los duelos, los conflictos y las confusiones. Pero a veces se te puede ir más de media década acumulando pedazos de esto y de aquello, hasta que todo se entreteje y forma una maraña gigantesca, que de repente ya ocupa todo el espacio disponible. Eso me pasó a mí, hasta que me volví tan pesada y me sentí tan perdida que colapsé y me rompí.

Hoy entiendo que me perdí en el deber ser. Olvidé quién soy y todo lo que amo hacer, pensar y vivir. Tuve que apagar todas las luces para buscar por donde salir de esta cueva. Seguir los rayitos de luz y caminar hacia la salida. Ya puedo sentir aire fresco en mi nariz, ya casi salgo. No estoy cansada por hacer muchas cosas, estoy cansada por hacer pocas cosas que me llenen de alegría.

Estoy aprendiendo a ser suave conmigo misma, a tenerme amor y paciencia. Permitirme sentir sin miedo a perderme. Vuelvo a tener esperanza en el poder curativo de hacer todo eso que me hace sonreír. Desde caminar por un parque, sentir la arena entre los dedos de los pies, flotar panza arriba en una alberca, cansar mis pies de tanto estar viendo cuadros. Respirar hondo, sentir el calor y el movimiento cosquilleante de la vida en la punta de mis dedos, y animarme a vivir sin miedos que me lastren tanto.


miércoles, 11 de diciembre de 2019

Miedos primarios, efectos secundarios

En estas semanas de recuperación me he sumergido hasta la coronilla en los miedos más básicos: la muerte, la soledad, la pérdida de mi autonomía, la mutilación, sentirme permanentemente vulnerable y expuesta. Sueños y pensamientos recurrentes me rodean como satélites día y noche. Corro, corro, corro sin mirar atrás en el día a día. Evito de mil maneras pensar en esas cosas que me aterran. De pronto: alto total. Ya no puedo escapar, aquí me tienen a su disposición. Paso muchos días sin entender de donde viene esta maraña de ideas.

La muerte se pasea por aquí cerca, saluda con su manita huesuda del otro lado de la ventana, casi diciendo: "¡Yujuuuu! Aquí ando cerca." No quiero voltear a verla, pero cada vez agita la mano con más fuerza. Que miedo me da tener que pensar en que un día tendré que irme con ella, que miedo me da pensar en lo frágiles que somos y lo inmortales que nos sentimos. Cuanto tiempo desperdiciado en tonterías e inmadurez sin decirnos cuanto nos amamos. Que estupidez ver a la muerte desde la ventana y saber que ya no hay tiempo restante, no dijiste lo que debías decir a tiempo, no abrazaste por última vez, y no aprovechaste los últimos rayos de luz. La muerte es una cuenta regresiva, pero no queremos darnos cuenta. Aunque tampoco nos persigue.

Sueño que se pudre mi pie dentro de la férula, y no nos damos cuenta a tiempo. Un miedo chiquitito, color verde y amarillo susurra muy bajito: "Esto es para siempre." Y yo que ya no tengo defensas le creo,  me da miedo ya no poder pararme de puntitas, o subir a las escaleras para enderezar las luces navideñas y que no me de un tic nervioso en el ojo. No poder correr a prender la luz para aplastar al mosquito zumbón que revolotea por mi cabeza. Ya no poder valerme por misma nunca, que me corten el pie porque ya no sirve. Sueño con esos dos tan a menudo, que ya casi no tengo que preguntarme si es verdad o estoy soñando. Es como cuando el gato siempre rasca la tierra en las macetas, y ya solo ves la tierra regada con fastidio.

Luego llega mi amiga Chole. Esa siempre ha vivido cerca.  Esa que hacía creer a Briget Jones que moriría sola y sería encontrada tres semanas después medio devorada por perros. Siempre me cuenta historias sobre cómo nadie va a quererme nunca y terminaré siendo la señora de los quince gatos que siempre huele a humedad y pis de gato. Pero son historias, y a veces olvido que contrario a lo que ella afirma, Chole no es gitana y no lee el futuro. Sólo es una palomilla que revolotea en las esquinas de la casa y va dejando escamas.

Y al final, el miedo a verme débil. Miedo a la indefensión. Miedo a que me vuelva tan transparente que se me vean todos los defectos. Miedo a verme vulnerable, y llorar en público sin poder controlar las lágrimas que salen como si alguien hubiera dejado abierta la llave. Miedo a estar expuesta en medio del mundo sin mi coraza...Pero aquí sigo quitando la coraza pieza por pieza, sintiendo todos esos miedos al mismo tiempo. Buscando mis colores para hacer un retrato hablado. Pescando palabras en mi mente que me ayuden a delatarlos. Aceptando todas esas manos que se estiran y me regalan chispitas de alegría. Bebiendo todas las tazas de amor que me han ofrecido en estos tiempos, y recordando que los miedos son todos imaginarios.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Insomne

Busco acomodarme en la cama variando mi postura un milímetro cada segundo. No puedo acomodarme. Recuerdo entonces esa app que compré para meditar, elijo la meditación profunda para dormir de 30 minutos, y después de respirar y sentir mi pie izquierdo me rindo. Quizás fui muy ambiciosa, voy a intentar respirar...¿cuánto tiempo será bueno? Elijo un minuto porque no me tengo mucha fé. Regreso a la meditación profunda para dormir, tal vez si elijo cinco minutos tenga mejores resultados. Comienzo con respirar profundo, pero me fastidio. Solo quiero salir corriendo, lo cual es tremendamente estúpido en este preciso momento porque mi pie sigue atrapado en esta férula.

Tengo tantas ganas de arrancar esa férula y estirar mi pie. Rascar y rascar mi piel. Caminar a la cocina y lavar los trastes sucios. Treparme a la escalerilla para poder bajar el arbolito de navidad y ponerlo yo solita. Tengo tantas ganas de poder hacer lo que se me venga en gana sin tener que pedir ayuda, sin sentir que invado el tiempo de otro, sin tener que ser esta mujer enojada porque no puede. Tengo tantas ganas también de salir corriendo de mi mente, que no quiere darme tregua cinco minutos para conciliar el sueño. ¿De dónde viene esta horrible frustración? ¿Por qué no puedo respirar profundo por cinco minutos ni dejar de llorar? ¿Por qué me siento como una isla solitaria?

Mi mente regresa al momento en que el doctor revisó mi radiografía y mi pie sin bota. Mi pie mutilado, con dos grandes cortadas cosidas con hilo negro, y con una cosa atravesada, incrustada en mis huesos. Luego recuerdo que me dijo: 3 semanas más. Y ahora, viendo el techo de la recámara me repito: 3 lunes más. Más lágrimas ruedan por mis mejillas y humedecen la almohada. Me ahoga la desesperanza. ¿Tres semanas más de estar montada en este sube y baja? Pffftt

Si tan solo pudiera dormirme tres semanas al hilo...dijo la insomne que no pudo relajarse por cinco minutos. Que prueba tan dura, que forma tan severa de obligarme a resolver mis pendientes antes de continuar a un nuevo año. Me pregunto, si con esta no aprendes lo que sea que está pendiente, ¿qué más necesitas? Tengo mil preguntas, pero ningún deseo de hablar con quien crea tener todas las respuestas. Tan solo quiero estirar mi pie, y sentir que puedo correr si así lo quisiera.


martes, 3 de diciembre de 2019

Lo que nadie puede ver

Voy por el mundo terriblemente preocupada por lo que los demás puedan ver, y despisto proclamando que poco me interesan sus ojos. Pero a diario pulo mi coraza de acero, para que a nadie se le olvide que soy fuerte e indestructible. El camuflaje es tan bueno, que a veces hasta yo me creo la rudeza del exterior. ¡Quién iba a pensar que sólo tenían que romperme una pieza para que todo se derrumbase!

Aquí estoy llorosa en una silla de ruedas, sin entender por qué me duele más el alma que el pie. Detesto que puedan ver afuera mi fragilidad, detesto tener que aceptarla, detesto tener que sentarme a mirar la nada para comprobar que mi armadura está totalmente fisurada. Me duele todo lo que no permití que doliera antes. Me duelen tanto las amistades que creí eternas pero se borraron como lo que se escribe en la arena junto al mar, y me duelen las sombras de lo que queda. Me duelen los capítulos inconclusos que no pude cerrar. Me duelen los que no se quisieron quedar. Me duelen los golpes duros del pasado, y me duele la niña atrapada en una casa embrujada que sólo quiere escapar. Entonces me doy cuenta de que todo este trabajo exhaustivo por ser perfectamente eficiente es sólo el medicamento que uso para adormecer el dolor, y creer que no duele.

No hay hacia donde correr, ni siquiera puedo escapar a gatas. No hay vuelta a lo que tengo que resolver para poder continuar mi camino. Ahora entiendo que no he trabajado para mi. Por buscar parecer fiera, dejé de alimentar mi espíritu con poesía y canciones, dejé de dibujar y jugar con todo tipo de colores. Olvidé construir el soporte interior, para poder tener confianza en mi y poder sujetarme. Creí que negar la fragilidad la desaparece, y juré no ser vulnerable nunca más. Pero aquí estoy en esta silla que me recuerda que a veces todo puede irse a la mierda por no pisar bien la banqueta. Aquí estoy aparentemente inmóvil mirando a lo profundo del abismo, removiendo todos los pensamientos que se quedaron pegados hasta el fondo con la esquina de la espátula. Es donde nadie nos ve que podemos encontrar lo que se nos había perdido.

Fantasma

Cerró la ventana y apagó todas las luces. Se sentó al centro del tapete, justo en medio de la sala. Tomó una vela aromática que había dejado...