lunes, 18 de noviembre de 2019

Se me rompió la omnipotencia

Hace tanto tiempo que no escribo aquí... ¿será porque mi mente ha estado congestionada por varios años? Amo escribir, pero a últimas fechas cuando lo logro una vez al mes es mucho. He estado profundamente conflictuada entre quien creo que debo ser y el cumplimiento de mis pactos personales secretos, y quien realmente soy y lo que quiero hacer con mi vida ahora. Suena a un estúpido problema inventado, y lo es, es un dolor auto infligido. Sin embargo, eso no quiere decir que haya  consciencia ni voluntad en ello.

En los últimos quince años poco a poco he ido reuniendo mis piezas. Armándolas y acomodándolas para sentirme completa, buscando un bienestar cuya existencia sabía pero nunca había experimentado. Soy fuerte e impaciente, y tremendamente combativa. Omnipotente hasta el fastidio, porque todo lo puedo hacer sola y hasta dos veces. No necesito que alguien me ayude a cargar la bolsa ni a mover un mueble, nada pesa lo suficiente como para romperme. Todo lo que se hacer es sobrevivir en la guerra. Y ahora que firmé la paz y me rodea la armonía estoy terriblemente perdida. ¿Aquí qué se hace? ¿Cómo se vive sin tener una espada permanentemente en mano?

Dentro de esta gran crisis y sin saber qué más hacer, se me atravesó una banqueta en una calle oscura. Catástrofe absoluta, tobillo destruido. No sé qué me duele más: si acaso es el dolor físico de mi tobillo tratando de sanar, o ver mi omnipotencia embarrada como un moco sobre la pared de la realidad. Pedir ayuda hasta para la más mínima tarea, enfurecer porque no puedo explicar donde guardo las servilletas y llorar, llorar, llorar y llorar hasta que no me quedan más lágrimas.
La guerra es difícil, la lucha por sobrevivir y salir de donde sufres es larga. Pero nadie te dice que la posguerra es también dolorosa, y que hay muchas nuevas cosas por aprender a hacer y por desaprender.

Nunca me ha gustado la gente que dice que en los momentos difíciles es cuando aprendes quienes son tus amigos y cuales son los verdaderos colores de la gente. No, no. No están entendiendo el punto. Los momentos difíciles son pruebas para uno mismo, para saber de qué estás hecho, para tener oportunidades de moverte del atasco en el que estás y saber si en verdad has crecido. Para calibrar la realidad, para atreverte a usar esos colores que te guardas sólo para ti. Quien te acompañe y cómo te acompañe no es cosa tuya, no se trata de ti.

Sería genial poder procesar todas estas cosas sin necesidad de romperte la madre, y pudiendo hacer pausas voluntarias, pero a veces la única manera de frenar es por la fuerza. Yo no lo sabía pero cuando pisé esa banqueta realmente estaba pisando un botón de pausa.

Paciencia, humildad para aceptar y pedir ayuda, y aprender a serenar el espíritu y la mente sin necesidad de un trauma doloroso. ¿Será que puedo aprender sobre estas cosas? Espero que si. Espero tener la verdadera valentía que se necesita para ser quien quiero ser, y desactivar todos los viejos mecanismos que me hacen sentir dolor, angustia, depresión y ansiedad a diario.

Fantasma

Cerró la ventana y apagó todas las luces. Se sentó al centro del tapete, justo en medio de la sala. Tomó una vela aromática que había dejado...