Estaba en la carretera en uno de esos largos viajes de trabajo. Estábamos hablando de mascotas cuando surgió la historia de Caramelo.
Caramelo era un conejito del mismo color de su nombre. Al parecer era la mascota de la familia. Se hizo amigo de una perrita, con la que siempre correteaba el jardín. Esa fue toda la historia que me contaron sobre Caramelo. Después hubo una pausa, un cambio de tema y de repente cuando menos me lo esperaba la historia continuó más o menos de la siguiente manera: "Recuerdo que después mi papá mató al Caramelo...y mi mamá lo guisó...y nos lo comimos. Después mi mamá puso a curtir la piel, y como no supo que hacer con la cabeza se la aventó a la perrita con la que jugaba Caramelo...la perrita no quiso comerse la cabeza"
Changos, ni yo en mis momentos más retorcidos me hubiera imaginado ese final para el tierno Caramelo. No pudimos evitar reír a carcajadas recordando a Homero Simpson comiéndose a "Tenazas". Yo por eso digo, no hay que tener de mascota a ningún animal que sea comestible, no vaya a ser demasiado grande la tentación y termine usted comiéndose a su tortuga Josefina o al pato Renato. Yo por eso no como gatos.
lunes, 15 de agosto de 2011
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