miércoles, 21 de octubre de 2009

Aquí se rompió una taza...


...y cada quien para su casa

Siempre me imaginé que compartir un departamento era una cosa complicada. Aún así decidí intentarlo. De entrada está padre la novedad, pero después las cosas cambian. De pronto uno se siente incómodo estando en casa en pijama con la greña y la lagaña y ver que llegan invitados ajenos. De pronto uno se pregunta, mientras trapea la sala, por qué diablos uno es el único que lo hace.

En realidad uno trata de cumplir con plazos y contratos y prefiere dejar las cosas como están porque en apariencia es más sencillo, pero en realidad no lo es. Uno sólo debe de tomar una simple decisión, arremangarse la camisa y dedicarse a planear el salto.

De pronto uno se da cuenta de que no está obligado a tolerar nada. En verdad, no hay necesidad. Uno es libre y responsable de hacer lo posible para vivir en paz. Saber que cuando uno llegue a su casa puede sacarse los zapatos y los pantalones, servirse un poco de limonada y sentarse a limpiar la mente en plena sala, sin temer que alguien llegue de pronto, o lleguen unos cuates (que no son los de uno) a echar chelas y desmadre un miércoles cualquiera.

Hoy decidí que aquí se rompió una taza y que es hora de adelantar los planes de febrero un par de meses. Hoy volví a recordar que no tengo que hacer nada que yo no quiera. Al final, uno no tiene porque tolerar que no se nos respete.

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Fantasma

Cerró la ventana y apagó todas las luces. Se sentó al centro del tapete, justo en medio de la sala. Tomó una vela aromática que había dejado...