Dejar ir siempre resulta un tema complicado. Es como la primera vez que uno se pone unos patines de hielo y se abraza a un poste y poco a poco se va soltando hasta que uno lo deja ir. Pero en todo el proceso el vacío en la pancita es inevitable.
Me cuesta tanto trabajo soltar y dejar ir muchas cosas, pero bien dicen por ahi que al buen entendedor pocas palabras. Cuando lo único que tenemos por respuesta es silencio absoluto e indiferencia sólo se puede hacer lo mismo que con el poste y confiar en que después de soltarlo no se romperá uno la boca al caer. Quizás ni siquiera deberíamos de considerar caer como una posibilidad.
En definitiva uno nunca sabe lo que pasará ni quien de repente decidirá partir sin siquiera despedirse. Y nunca hay que aferrarse a nada al extremo de no poder soltarlo cuando el colapso es inminente.
Tal vez esto se ve complejo, pero al final sólo hay que soltarse y seguir. Ya aprenderemos con el tiempo. Finalmente hay que cerrar ciclos y aprender. Quedarse lo bueno que nos hizo crecer, dejar ir lo negativo que pueda doler.
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