Desenredo un nudo y me encuentro con otros dos. De pronto me encuentro sumida en la desesperanza. Volteo alrededor y no hay nadie más que mi sombra y el eco de mis pasos. Estoy tan cansada de la soledad desolada...estoy cansada de buscar razones en mi cabeza para estar sonriente, como si rascara con un cucharón el fondo de la cazuela sabiendo que ya no queda nada.
Hay días en que me rodea la obscuridad de mi soledad. Casi siempre me siento protegida en mi madriguera, pero otros me siento abandonada. Comienzan a pesarme las elecciones pasadas, como seguir ciegamente los pasos de alguien que de repente quiso correr de prisa para perderme, y en mi caminata solitaria me quedé aquí en medio de este bosque en la indigencia. No es que se quiera estar solo, es que tiene uno que aprender a jugar con las cartas que le tocan.
Hoy veo a la vida como a una mujerzuela descarada con demasiado maquillaje, fumándose un puro con la mirada fija en mi, con una mirada burlona y desafiante murmurando que nunca lo tendré todo y que bien puedo conformarme o tomar la alternativa. Ruda y sórdida, para mi nunca ha tenido florecitas y mariposas, siempre ha sido una pelea constante. Luchar contra mis demonios, luchar contra las circunstancias.
La vida es una guerra constante que algunas veces me da tregua y en otras arremete con fuerza y por sorpresa. Me deja sobre el piso pensando que ya no quiero pelear, que ya no quiero tener que hacerlo todo yo sola. Pero en cuanto se descuida me pongo de pie y corro a toda prisa a resguardarme aquí al fondo de mi madriguera, espero a tener fuerzas de nuevo para buscar nuevos lugares, a encontrar la manera de ser más ligera y si acaso, más equilibrada.
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