Don Andrés era un campesino curtido por los elementos. De manos ásperas y piel morena. Bigote blanco como su pelo. No recuerdo haberlo visto sin sombrero. Tenía un carácter bastante gentil y provinciano. Cargaba gran sabiduría y un costal de historias chiquitas. Cuando don Andrés veía un gran plato de comida se quitaba el sombrero, se pasaba la mano por la frente y exclamaba entonces: "Ora si, ¡a sudar muchachillo!"
Contaba entonces que hacía muchos años, en aquel tiempo de peones y patrones en el campo del Bajío, existía un muchacho muy pobre que no tenía nada. Todos los días terminando de trabajar se lo llevaban a comer. Probablemente era la única comida que hacía en todo el día, así que la aprovechaba al máximo.
El muchachillo hacía unas comilonas tan copiosas y se zampaba todo con tal intensidad que cuando terminaba su plato estaba agotado y bañado en sudor. De ahí la frase célebre de don Andrés, quién ya no vive con nosotros en la tierra, cada que uno le daba un buen plato de comida.
La próxima que esté presto a zamparse un plato generoso recuerde a don Andrés. Y entonces, ¡a sudar muchachillos!
domingo, 28 de noviembre de 2010
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