Ocho horas sin descanso,
una agenda que seguir.
Trajes grises, protocolos,
nada que decir.
Checa la tarjeta,
sírvete café.
Abre la oficina y siéntate.
Esperando los domingos
los días pesan más.
Nada cambia y se estanca
cualquier signo vital.
Afloja la corbata,
siéntate hacia atrás.
Un respiro hondo y a trabajar.
Pero el plazo está por vencer,
y tu tiempo se lo traga la internet.
Horas extra para vivir
y un bono extra por no existir.
martes, 2 de noviembre de 2010
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