Hoy le dije adiós al dolor permanente que guardaba en uno de esos rincones del cerebro. Decidí ponerle fin en verdad a ese dolor punzante de todos lo días, que al volverse rutinario, a veces nos hace pensar que ya no está. Algunos insisten en que el tiempo cura todo; nos hacen pensar que el motivo por el cual seguimos sintiendo dolor y tristeza es nuestra arraigada inmadurez.
Tiempo, distancia y paciencia, eso si lo cura todo. Dejar de jugar a que no pasa nada. Tomar el toro por los cuernos, poner los puntos sobre las ies. Arrancar el problema de raíz. Dejar de tomarse el pelo a uno mismo.
Decir adiós nunca será fácil, pero no hay nada más liberador. Es levar anclas y echárse a la mar.
domingo, 4 de abril de 2010
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