miércoles, 19 de agosto de 2009

Rompiendo el mito de la maldición de ser adulto.


Justo hoy estaba pensando en lo negativa que nos resulta la palabra: "adulto". Pareciera que es sinónimo de muerte del espíritu, resignación a subyugarse por siempre y para siempre y renunciar a toda la magia de la vida. Yo estoy en contra de esta idea. Me parece que se trata de una confusión de términos y además creo que uno se pierde de muchas más cosas siendo un adolescente perpetuo.


Me explico. Decidir ser un adolescente eterno no es más que negarse a ser uno mismo. No aceptar etapas y cambios; negarse a crecer y asumir nuevos roles; no poder dejar ir las cosas; renunciar a evolucionar. Volverse adulto no se trata sólamente de covertirse en el empleado #15679 de alguna gran empresa, ni de casarse y dedicarse a la casa y los niños, ni tampoco de no poder disfrutar de un chiste bobo o una guerra de almohadas. La verdad es que detrás de ser un adulto hay toda una gama infinita de nuevas condiciones y posibilidades. Nuevas experiencias y sabores con que aderezar nuestros días. Uno finalmente deja el asiento del copiloto para sentarse en el del conductor y decidir ir a donde quiera. El gran riesgo que corremos es que ya no hay nadie a quien culpar si nos perdemos o si nos rompemos el alma en el camino, y esa es la parte que hace que muchos huyan. Al estar atrapados en el miedo y la indefinición de uno mismo, no dar el paso para ser adulto puede dar la sensación de estar a salvo, pero esto es sólo un espejismo, porque afuera de nuestros mundos personales las hojas del calendario van cambiando muy a pesar de nuestra negación.

Yo creo firmemente que uno puede ser un adulto pleno con el alma del principito por dentro. Creo totalmente en la posibilidad de madurar y ver caricaturas por las tardes. Una etapa no significa tirar todo lo que se obtuvo de otra, se trata de crecer, acumular y enriquecer. Así que uno no debe confundir términos escalofriantes como: mediocre, amargado o gris con la palabra ADULTO.

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